Nuestra mayor dificultad para relacionarnos es creer que el otro tiene los mismos mecanismos de pensamiento que nosotros, creernos que con las premisas que nosotros apreciamos deberían alcanzar las mismas conclusiones que nosotros. Incluso atrevernos a suponer que ante emociones parecidas las personas deberían mostrar respuestas parecidas a las nuestras.
Solo cuando asumimos que cada persona es un mundo construido sobre dimensiones que le son exclusivas, y que nuestra relación no pasa por comprender porqué nos sonríe sino en disfrutar de su sonrisa, solo entonces comenzamos a comprender algo de nuestro propio mundo.
Soy el editor de dos blogs sobre Cuba y comentarista en La Joven Cuba. Me alegró el otro día ver que participabas. Ojalá lo hagas más a menudo. Un cordial saludo desde Alicante.
JA
Correspondo a tu saludo. 🙂
Como diría Margarite Yourcernar en Memorias de Adriano, «no hay que olvidar nunca los deseos de ese completo extraño que es, a pesar de todo, cada ser que amamos»
Así mismo. 🙂